<“Yo soy joven, y vosotros ancianos;
por eso temía y sentía miedo
a exponeros mi pensamiento.
Me decía: “Hablarán los días,
y los muchos años darán
a conocer la sabiduría”;
pero ésta es en el hombre
una inspiración,
y es el soplo del Omnipotente
el que enseña.
No son ancianos los sabios,
ni los viejos los que
comprenden
lo que es justo.
Por eso me atrevo a decir:
"Oídme
y daré yo también mi parecer">
(Job 32, 6-10)
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Tema que os puede interesar (y que nos puede servir como repaso para Administrativo y Mercantil, aunque siempre tras su debido estudio)
¿Neo-liberalismo o intervencionismo? ¿liberalismo o políticas sociales?
Lo que se espera de un blog
Desde mi punto de vista, como primerizo en el arte del "bloggeo", este sirve como una herramienta para que no solo yo pueda expresarme. No sirve como algunos han dicho de "diario en Internet" sino que a lo que debe pretender es a canalizar varias opiniones respecto de un tema que nos preocupa o de un tema candente en la actualidad y por eso he creado un foro, dirigido a todos mis compañeros de clase, para que podamos dar nuestra posición respecto de los diversos temas que pretendamos. Tampoco pretendo que hablemos de los temas de actualidad, aunque si alguno quiere será bien recibido, sino de adelantarnos a los titulares de los medios y ser nosotros los que marquemos los temas de conversación.
martes, 22 de noviembre de 2011
EL SUJETO DEL CAMBIO: EL JOVEN
Hoy día uno va caminando por la calle y lo único que se encuentra es a gente vieja sentada en los bancos públicos observándote sin vergüenza alguna mientras pasas por delante de ellos. No hay jóvenes. Luego recapacitas y te das cuenta de por qué. Es domingo por la mañana.
Esta breve introducción nos ayuda a descubrir cuál es el problema de los jóvenes. Ya se ha discutido en clase que en esencia el problema es que tenemos miedo a pensar. Pero, ¿por qué tenemos miedo? Lo que intentamos ocultar detrás de todas las noches de descontrol, del afán desmedido de consumir, de la precocidad sexual y de las falsas amistades es nuestro impulso por el cambio. Hablamos de un cambio en primera persona, que uno debe hacer introspectivamente acerca de su vida. Pero este cambio no tiene que ser necesariamente lo bueno, porque el cambio en sí mismo ya es bueno y a lo que debe regirse es al sentido común.
El sujeto de este cambio no puede ser un viejo que cuenta con todas sus manías y prejuicios, sino el joven, el que se cuestiona hasta las verdades más grandes y evidentes y que consigue vencer todo inmovilismo creado por los demás.
¿Y por qué no conseguimos hacer este cambio que parece estar tan metido en nuestra propia conciencia generacional? Porque no nos dejan ni queremos que nos dejen. Nuestra mayor distracción es querer anticiparnos a nuestro envejecimiento y estancarnos, crear un inmovilismo en nuestra vida, que pase sin la menor trascendencia.
Pero este cambio no solo se restringe a nuestra vida interior sino a la sociedad en su conjunto, de la que formamos parte, y de la que somos sus sujetos movilizadores como cada generación de jóvenes ha evidenciado a lo largo de la historia de la humanidad con la infinidad de revoluciones, descubrimientos geográficos, científicos.
Y es precisamente por esto por lo que debemos ser los jóvenes los que tomemos las riendas sueltas del curso de la historia, porque una cosa es cierta, no van a ser nuestros padres o profesores los que lo hagan. Y esta asunción puede marcar una gran diferencia de las transcurridas en el pasado y debe ser el reflejo de nuestra superación, la ausencia de violencia. Hemos de haber aprendido ya esta lección si queremos que los cambios que pretendemos llevar a cabo permanezcan, al menos hasta que la siguiente generación de jóvenes los cambien.
POLÍTICA Y DEMANDA SOCIAL
¿Determina la política las necesidades de la sociedad, o son estas necesidades las que determinan la política? Esta pregunta es fundamental a la hora de entender el valor de la democracia como exponente de la soberanía popular. Y como dos sujetos con opiniones divergentes, los autores de este texto creemos como modelo más apropiado para el mismo el plantear dos respuestas diferenciadas y contradictorias, permitiendo al lector optar por la que considere más adecuada o, mejor aún, elaborar su propio juicio al respecto.
En defensa de la concepción de la soberanía popular como conformante de las decisiones políticas, es oportuno hacer referencia, como no puede ser de otro modo, al valor de la elección de representantes respecto a la determinación política. Son, en efecto, los ciudadanos los que, mediante su voto, eligen a aquellos políticos que consideran más apropiados por los principios que defienden y las medidas que proponen. Así, es en último término el elector el que decide las políticas que se llevan a cabo. Debe admitirse en todo caso que esta es una concepción quizás en exceso abstracta de la democracia. Sin embargo, su aplicación práctica es al fin y al cabo inevitable. Es ahí donde se encuentra la fuerza democrática: aun por causa de un puro populismo, y no, como posiblemente debiera ser, por fidelidad al principio de representación, los partidos políticos se ven obligados a hacer suyos los clamores de los ciudadanos, llegando incluso a reivindicar en muchas ocasiones como propia la iniciativa al respecto, asegurándose así el voto de estos. Prueba de ello es el constante cambio y evolución de las ideologías políticas contrapuestas. Y esto se debe, en fin, a la inevitabilidad de que, durante el proceso electoral, los candidatos necesiten de tales medidas para atraer apoyos, que, de otra manera, les serían denegados. Y es que, en último término, cada votante vela por el cumplimiento de sus propios intereses, y es el conjunto de estos intereses individuales el que determina la demanda social, necesitando los partidos situarse en la posición mayoritaria de tal demanda si desean adquirir suficiente poder. Y aunque pueden, lógicamente, proponer ideas, e incluso inculcar algunas de ellas entre sus simpatizantes, estas tendrán necesariamente su base en una exigencia de la sociedad, que aprovecharán en beneficio propio, precisamente para mostrarse de cara al exterior como los más acordes con el público y sus necesidades, y como los más adecuados para representar a la generalidad de los ciudadanos como gobernantes.
En defensa de la otra postura, debe decirse que resulta razonable pensar que las necesidades de los ciudadanos son respondidas por los políticos. Sin embargo esto es una idea que va decayendo a medida que transcurre la Democracia y que cada vez más se concibe como anacrónica. En primer lugar la política, y a lo que va dirigido el debate político, no ampara todas las necesidades o prestaciones de los particulares en cuanto a que existe un amplio margen de autonomía de la voluntad en la sociedad, y esta es cada vez más acuciante en todos los países democráticos. Pero ciñéndonos a las que sí atiende la política, nos encontramos con un primer factor clave en la sociedad, por la que es el poder público el que nos condiciona. Y no me refiero tan solo a las normas o disposiciones restrictivas de la autonomía de la voluntad, sino a actuaciones que indirectamente provocan en los ciudadanos unas necesidades que, de no ser por dicha actuación política, no nos veríamos forzados a ellas (el Estado puede aumentar dentro de la discrecionalidad política en su actuación un aumento de los impuestos que provoca que los particulares tengan menos dinero, lo que condiciona que tengamos que ajustarnos a unas necesidades distintas a las que teníamos).
Las necesidades de los ciudadanos son muy variadas y varían en función de determinados factores, y es supuestamente a través de los representantes políticos como esas necesidades deben ser encauzadas. Pero esto está desvirtuado, y queda así patente, con la imposibilidad de un representante de desviarse de la idea de su propio partido, y en consecuencia, como es este el que selecciona las que a él le parecen, y las transmite incluso como si contase con el respaldo general (por esto la errónea idea de pensar que la política responde a las necesidades de los electores).
Las necesidades de los ciudadanos son muy variadas y varían en función de determinados factores, y es supuestamente a través de los representantes políticos como esas necesidades deben ser encauzadas. Pero esto está desvirtuado, y queda así patente, con la imposibilidad de un representante de desviarse de la idea de su propio partido, y en consecuencia, como es este el que selecciona las que a él le parecen, y las transmite incluso como si contase con el respaldo general (por esto la errónea idea de pensar que la política responde a las necesidades de los electores).
No pretendemos aquí expresar una conclusión predominante, o siquiera conciliadora. Esa tarea deberá ser llevada a cabo, como ya hemos indicado, por aquel a quien nuestras reflexiones hayan suscitado el suficiente interés.
martes, 1 de noviembre de 2011
VIVIR EN UN AJETREADO MUNDO
Existen diversos estilos de vida, muchas veces en función de cómo reaccionamos ante el “estrés”. Así, algunos hacen su día a día con malestar, angustiados por las cargas de las que no son capaces de vislumbrar su superación. Otros sin embargo han hecho su modo de vida este estado de estrés. No pueden vivir si no se sienten empujados, arrastrados por el día a día y la rutina, no existe para ellos tiempo libre, ¿libre?, eso ni se lo plantean. El descanso es una pérdida de tiempo total para ellos, no saben “des-cansar” porque no saben cuál es su límite o no quieren ponérselo.
Así, como consecuencia de lo anterior, se entiende que, si se toma dentro de los parámetros ordinarios y razonables, el estrés resulta ser precisamente un estímulo para reaccionar, para funcionar. También es sin lugar a dudas una sensación que surge “por no haber anticipado suficientemente las cosas” en la medida de lo posible. Actúa como un medidor indirecto y subjetivo de nuestras necesidades y preferencia en la vida. Quien no se agobia nunca, y hágame caso cuando se lo digo que hay gente así, no le importa nada, no le importa, en sí misma, la vida. Nos encontraríamos ante el estado de la desesperación absoluta, no la desesperación frustante, de invitación a actuar, sino la desesperación frustrada, de invitación a pasar desapercibido, de pasividad total.
Y este problema no es un “alien” para nuestro conocimiento y experiencia cercana. Sin duda, más incluso si lo padecemos en nuestra propia carne, se trata de un problema que no surge de la noche a la mañana y por sucesos extraordinarios, sino más bien por pequeñas frustraciones del día a día, rutinarias, pero que, y esto si tiene un carácter más inmediato, un día saltan. Estas situaciones nos las encontramos en todo tipo de relaciones sociales, no solo por razón de edad, ya sea en el trabajo o en los conflictos en el ámbito escolar, sino por razón de sexo, ya sea por la discriminación en cualquier sentido y por cualquier otra variable de la que formemos parte.
La solución a esta compleja situación que afecta, no solo enormemente a España, sino al resto del mundo, se intenta paliar con medicamentos y fármacos, que rara vez consiguen más que paliar o mitigar tan solo la desesperación, tranquilizándolos, pero el problema de fondo perdura. Pero la solución a este problema no es la misma para todos los casos, por la variedad y complejidad de algunos casos como ya hemos comentado. Así, podemos, por un lado, huir cuando nos damos cuenta del problema, simplemente dándole la espalda, o enfrentarlo de cara. Hoy día está muy extendida la asistencia a los psiquiatras para poder resolver el problema desde la raíz, y parece que da buenos resultados.
Hablamos más específicamente cuando nos referimos al estrés emocional, aplicable a las personas que se encuentran continuamente en lucha con su entorno. Sin duda esta actividad lleva aparejada numerosos problemas, no solo mentales, sino físicos, de carácter cardíaco incluso, que puede hacer que nos tengamos que preguntar si por lo que nos desvivimos merece la pena.
AUTOBIOGRAFÍA
El objeto del presente ensayo, “mi biografía”, lo entiendo como una apuesta por parte del profesor de que divaguemos sobre la siguiente pregunta:
¿Quién soy?
Ni siquiera sé si estoy preparado para entenderla, y menos para responderla sobre un trozo de papel. Sin embargo se me presenta como un reto personal, apartando de mi distraída mente la presión de cómo me valorará el profesor este trabajo.
Parece mentira que siendo posiblemente la materia de la que disponemos más datos, no somos capaces de hacernos una idea de cómo somos en realidad, de quién somos y en qué nos hemos convertido. Y parece aún más alarmante que los demás sean los que nos conozcan con más profundidad.
La persona de la que trata este ensayo no es más que el resultado de todas las elecciones de su vida pasada y no tendría más sentido preguntarnos cuál es su pasado si su propósito no fuese otro que averiguar que le deparará el futuro.
Pues bien, la persona en la que se centra este trabajo se configura hoy día como un “joven”, adjetivo del que se ha abusado de alguna forma para discriminar históricamente, pero que, hoy y aquí, adquiere un significado casi inaudito y que encaja en la respuesta que ha estado buscando para rellenar estas páginas. El factor que se ha de tener en cuenta no es en sí misma la juventud, sino su parámetro más condicionante, la edad. Este determinante ha supuesto el motor de todos los cambios sociales de la historia de la humanidad y es lo que al antecitado joven más le impulsa. Se encuentra en la edad previa a proceder a los cambios que le van a tocar protagonizar, y lo que siente es una profunda ansia por prepararse para dicho cambio.
Sabe perfectamente que esto no se trata de una ambición egoísta por alcanzar ningún logro, es más una conjunción, una simbiosis entre sus deseos y lo que le tiene deparado el mundo y sabe que debe mantenerse como tal conjunción, sin excederse en sus deseos, ardiendo en un vano intento de alcanzar el sol, ni defraudando al mundo, siendo devorado por el minotauro.
A punto de alcanzar 20 años de edad, tan solo se sitúa en su etapa formativa, de aprender a pensar, de aprender a conocerse, y esto le ha suscitado un incipiente deseo de conocimiento, de inconformismo frente a las verdades relativas.
Este manifiesto inconformismo ha fraguado, junto con otros miles de jóvenes (al menos en espíritu), en el, por lo menos polémico, Movimiento 15-M. Sin intención de desvelar inclinación alguna a ningún polo político, este estallido tan solo le ha servido como cauce para dar a luz algunas de las pocas ideas claras de las que se había hecho dueño años atrás, pero que le ha motivado para soñar con una futura revolución, un “cambio radical” como acuñan algunos autores contemporáneos.
Dejando de lado estas aspiraciones, que bien sabe que a más de uno le sonarán algo descabelladas y anacrónicas, nos centramos ahora en los detalles que marcan su personalidad. Lejos de dar una lista de los defectos y virtudes que caracterizan a este personaje, resultan más trascendentes dos acontecimientos que llegaron a condicionar incluso su modo de ver la vida, la aparición de una grave enfermedad que afectaba a la salud de su padre y la curación repentina de su hermano.
Sin duda cada uno de estos hechos le afectaron de maneras distintas, la enfermedad de su padre le mostró lo que es la virtud de la paciencia, la humildad y el sacrificio, mientras que la curación de su hermano le hizo ver el carácter egoísta que había mantenido en su entorno familiar y fuera de él y la importancia de tener siempre esperanza.
SOCIEDADES DE SOCIEDAD
La sociedad en su conjunto está formada, aunque quizás esté mejor dicho decir fragmentada, por individuos y esto constituye el elemento biológico último que se encuentra detrás de toda formación en sociedad. Pero se limita a ser eso, un elemento biológico, el trasfondo innegable para cualquier formación ficticia social que se constituye como el primer rasgo caracterizador de nuestro actuar, es nuestra naturaleza biológica la que nos susurra desde el trasfondo de toda invención artificiosa a la que hayamos podido alcanzar en sociedad.
Esta determinación que se ha calificado por algunos científicos como “gen biológico” es nuestro primer estimulo que nos impulsar a alcanzar cualquier meta personal, individual, que en primer lugar nos satisface pacíficamente y llena nuestras más honestas aspiraciones. Pero este “gen” no se encuentra sometido per se a las reglas de la racionalización o racionalidad operativa, y sin estas su único tope se logra con la desesperación, con la muerte de los deseos. Reflejo de ello es el capitalismo desenfrenado que tanto favoreció la consolidación del consumismo y que hoy día ya empieza a ser criticado con una crudeza cercana a como se hizo con el comunismo el siglo pasado tras su contrastada imposibilidad de sostenerse que tuvo como consecuencia su auto-infligido fracaso rotundo. Aunque, como sigue pasando todavía con este libertinaje económico, seguirá siendo alabado por sus antiguos beneficiarios.
El estímulo personal, de contenido individual, se presenta así por la práctica en la historia, y no por meras fórmulas teóricas que tan solo detentan comprender dicha praxis, como un elemento a encauzar, a imponerle límites, pero sin convertirlo en mera excepción a la prohibición. Esta restricción supone el segundo estímulo de la sociedad respecto de sus individuos en cuanto a que nos formamos societariamente para limitar nuestra desmesurada advocación al individualismo.
Y es así como, al estar organizados en sociedad, esta se encarga de estimularnos, por un lado, atendiendo a nuestra esencia naturalmente biológica en un primer momento, y a impulsarnos por otro lado a limitarla.
Con todo lo dicho, el matrimonio, y en todos los sentidos la familia, supone la figura más reducida de dicha formación societaria, ya que al constituirse se crea una comunidad en cuanto a sus fines y necesidades que deben ser amparadas por la primera como principal fuente de satisfacción, ahora no ya individuales sino societarias. Por todo esto el matrimonio como estímulo social direccionado a la formación societaria de los individuos para el encauzamiento de estos no se delimita a establecer un límite para la ordenación de la satisfacción de necesidades (que pasa a corresponderse de las individuales a las societarias) sino que implica una verdadera pauta ética al actuar egocentrista del individualismo.
Este cauce de la sociedad formada como exigencia social desprende así una importancia de verdadera dimensión global en cuanto que participa activamente en el progreso de la sociedad en su conjunto en cuanto a la puesta en común de necesidades y valores y en la comunión de esfuerzo en satisfacerlos (primero individualmente, y consecuentemente, se traduce en el marco de una sociedad formada en satisfacción del interés societario, interés común, suma de intereses particulares). Esta puesta en común se traduce en una ampliación de las coberturas de las necesidades, limitadas para mero individuo, y significativamente mayores para las uniones societarias (familias), siendo ahora capaces de satisfacer necesidades que ni el más desarrollado conglomerado de individuos, siendo heterogéneos, sería capaz si quiera de atisbar.
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